febrero 05, 2007

Lou Andreas Salomé pensó:



Amamos al otro, como representante del proceso de nuestra fusión, en el acto sexual con el exterior de las cosas, normalmente inalcanzables. El o la amante son el medio por el cual nos habla la vida. Los amantes quieren serlo todo el uno para el otro: compañeros, niños jugando, jueces severos, ángeles piadosos. Pero el propósito se logra únicamente si el otro no abandona sus particularidades. Ya que dos son sólo uno si siguen siendo dos. Para la pasión amorosa, no existe peligro más grande que el intento –nacido merced a una loca fascinación por el otro– de amoldar, de manera artificial, el propio ser a la manera de ser del otro.

Extraído del diario Página 12